Dentro del Oregon Food Bank: una conversación con C. Nathan Harris

Nathan nació en el condado de Cowlitz. Se crió en los condados de Cowlitz y Clatsop y considera que el noroeste del Pacífico es su hogar. Nathan, que tenía alrededor de cuatro años, recuerda estar sentado en la encimera de la cocina de la casa de su infancia, viendo a su madre juntar el resto de la comida de la cocina, del refrigerador o del almacén para darle forma a un platillo nuevo y meterla en el horno. “Lo siguiente que recuerdo es humo saliendo del horno”, dice Nathan, “y mi madre abriendo la puerta del horno y sacando la cacerola humeante. Ahora sé que la resistencia del horno se había roto. Había quemado la cazuela; había quemado el resto de la comida que teníamos en la casa”.

“Recuerdo a mi madre apoyada en la encimera y llorando”, comparte Nathan, “... Y entonces alguien llamó a la puerta”.

La madre de Nathan le abrió la puerta a una mujer vestida con una bata de baño y una bolsa de compras en los brazos. “Estos son para ti y hay más en el auto”, le dijo a la mamá de Nathan. Dijo que eran de una persona anónima que no quería que la familia pasará hambre.

“¿Quién era esta mujer con pantuflas de conejito rosadas y mullidas que traía comestibles a nuestra casa? ¿Y cómo supo que los necesitábamos?

“Hasta el día de hoy, mi mamá cree que esta mujer era un ángel”, comparte Nathan. “Creo que la pregunta aquí para cualquiera de nosotros, independientemente de nuestras creencias políticas o religiosas, es: ¿por qué una madre debería depender de la intervención angelical para alimentar a sus hijos? ¿Por qué una familia debería depender de milagros para alimentarse, especialmente en una nación con este tipo de riqueza?

C. Nathan Harris es el Director de Filantropía Comunitaria del Oregon Food Bank. Nathan es un líder de justicia social con dos décadas en filantropía, ayudando a ampliar las libertades civiles nacionales, aliviar el hambre y la pobreza, aumentar el acceso a la educación y la atención médica y cambiar la opinión pública hacia la justicia.

“Lo que me entusiasma del Oregon Food Bank es el entendimiento compartido de que nuestros vecinos no deberían pasar hambre; de hecho, es inmoral que nuestros vecinos pasen hambre. Y sobre ese terreno común, en un clima político que de otro modo estaría muy polarizado, podemos unirnos para entablar un diálogo comunitario sobre las causas profundas del hambre”.

Además de la propia experiencia vivida por Nathan con el hambre, señalan que las comunidades a las que sirve el Oregon Food Bank están cerca del corazón de Nathan:

Antes de llegar al Oregon Food Bank en 2019, Nathan se desempeñó como director de desarrollo en Freedom for All Americans, una organización dedicada a garantizar protecciones contra la discriminación LGBTQ+ en todo el país. Antes de eso, Nathan dirigió iniciativas en la ACLU del Norte de California y en el Transgender Law Center

Para Nathan, estas causas están indisolublemente ligadas. "No veo mucha distinción entre justicia alimentaria, justicia económica, justicia de género, justicia racial y justicia social", dice Nathan. “Están intersectados y son interdependientes. Las mismas condiciones que crean discriminación laboral, criminalizan y encarcelan a las comunidades de inmigrantes y BIPOC, empujan a los jóvenes transgénero y de género expansivo a la falta de vivienda y a las economías de la calle: estas mismas condiciones son las que impulsan el hambre. Si podemos resolver las causas profundas del hambre, podremos resolver los mayores desafíos sociales que enfrentamos”.

Las experiencias personales de injusticia sistémica allanaron el camino de Nathan hacia este trabajo, y su experiencia vivida guía su pasión por las causas por las que Nathan trabaja hoy. Como persona de género expansivo, comparte Nathan, las primeras experiencias les dijeron que no encajaban en las normas de la sociedad. Desde su infancia Nathan, recuerda que se burlaban de ellos en el patio de recreo por ser percibido como demasiado femenino y preferir juegos y juguetes estereotipados para niñas. En su carrera universitaria, soportaron violencia y amenazas de violencia por su auténtica presentación y autoexpresión de género.

Estas primeras experiencias alimentaron el deseo de Nathan de ir a la facultad de derecho y litigar por los derechos humanos para cambiar el mundo. Como la primera persona de su familia en obtener su bachillerato, Nathan creía que si mostraban aptitudes y logros académicos, podrían convertirse en abogados.

Pero a pesar de que se matricularon en una facultad de derecho de primer nivel con una beca de 20,000 dólares, no podían pagar la matrícula. Para que funcionara, Nathan volvió “al closet” para financiar completamente su educación en la facultad de derecho a través del Army ROTC. “Para muchas personas que no pueden pagar la educación, el servicio militar sigue siendo uno de los pocos caminos hacia las oportunidades”, afirmaron. No preguntes, no digas era la política predominante con respecto al servicio militar LGBTQ en ese momento, lo que provocó que Nathan abandonara la facultad de derecho sin un título, sin saber su futuro.

"Para mí fue un momento de sueño aplazado", comparte Nathan. "No sabía qué iba a hacer con mi vida, no tenía casa ni trabajo; la ayuda mutua de amigos y familiares me ayudó", compartió Nathan. “Estaba confundido y herido. Aunque, en retrospectiva, estoy agradecido por haber aprendido de primera mano una lección muy dura: la meritocracia como base del “sueño americano” es una falacia total; en cambio, tenemos una inequidad sistémica”.

A los pocos meses, aceptaron un puesto temporal en relaciones con ex alumnos en su alma mater. Eso inició la larga carrera de Nathan en filantropía.

Nathan cree que acabar con las causas fundamentales del hambre requerirá un enfoque más justo de la filantropía para todos los involucrados. “Si nos centramos menos en los resultados financieros y más en las contribuciones únicas que cada individuo puede hacer”, afirma Nathan, “la filantropía se vuelve más accesible. Nuestros movimientos entonces serán más poderosos y democratizados con el apoyo de aquellos más afectados por los problemas que estamos tratando de resolver”.

En el centro del trabajo de la justicia social de Nathan, está la creencia de que podemos crear comunidades que no se centren únicamente en la supervivencia, sino que puedan florecer y prosperar.

“A menudo pienso en la filantropía, en la cantidad de recursos canalizados para corregir las injusticias de la sociedad”, comparten. “Me imagino un punto en el que se hayan hecho reparaciones a las naciones nativas y a los afroamericanos, y se hayan extendido y preservar las libertades constitucionales para todas las personas. En ese momento, el capital filantrópico podría canalizarse hacia nuestro bienestar, nuestra vitalidad; en celebraciones culturales de quiénes somos; en el avance científico y médico, la participación democrática, la justicia ambiental y la educación. Las comunidades que no conocen el hambre son comunidades que no languidecen, comunidades que no luchan sólo por sobrevivir: son comunidades que prosperan”.